viernes, 12 de junio de 2015

REBELIÓN POSPUESTA: El ondergoun de los noventa.


 Apartamento de Toto en los Pinos, a 2 horas del reencuentro.
  Así que el Gordo está cambiado.
Dijo Toto, después  de terminar su segunda cerveza, encendió otro cigarrillo, sacó 2 frías más del refrigerador y siguió hablando.
  Pitufo, recuerdas que cuando lo conocimos en el colegio, sospechábamos que Johnny tenía un ligero retraso mental. Por su sintaxis y ortografía de un niño de 10 años, ufff, además de que era lento para entender las cosas… anyway, a pesar de eso tenía buen gusto musical. Él en ese tiempo era recontra fanático de la bomba underground de principios y mediados de los 90. Hay un documental extensísimo sobre la cultura metalera de esa época…
  Seee, como de 2 horas.
  El gordo te metió en el under, ¿no? Pero, cuenta toda shit… aguanta…
Tomás dirigió la lente de su celular hacia mí y dijo:
—Esta shit hay que grabarla.
  Déjate de huevadas, Toto…no seas ridículo, men. Para eso no te da pereza, ¿no?
El expresar sentido de vergüenza de mi parte fue un acto protocolario, en realidad me atrajo la idea de grabar mis impresiones acerca de esa época. Tengo una atracción definida hacia lo nostálgico.
  Gay, para la colección, quiero ver este tipo de cosas después de unos años y entretenerme con las diferencias. El gordo te metió en el under… dale:
Para la colección se ha dicho, una luz roja junto al lente comenzó a parpadear.
  Seee, en ese tiempo era pelado zeta, ni cigarrillo había probado, ¿me explico? Con el afán de venderme un casete, en uno de los recreos, Johnny Sins me expuso que el ondergraun era un movimiento independiente de metal extremo extendido en todo el mundo. Un grupo de amigos armaban su banda de det, dum, grain o blac metal; creaban sus propios temas, dos o tres; los grababan en un buen estudio; y los editaban como demo. ¿Te acuerdas de los demos, Toto?
Mi cerveza estaba a la mitad a diferencia de la de mi pana, que se veía recién empezada. Soy muy impulsivo para beber y comer, lo hago como si estuviera en una carrera contra el tiempo. A pesar de que las cervezas no salieron enteramente de su bolsillo, Toto también comparaba el contenido de cada botella con la mirada, movió su cabeza a los lados indicando desaprobación, la luz roja no parpadeó más y respondió con fastidio:
  Gay, ya mismo te acabas la cerveza.
  Yo también puse, no sufras, peditos.
  Chúpala, pitufo… hay pocas, I dont have money. Ufff, al ritmo que vas, te las terminarás tomando todas. ¿Vas a poner más?
Si el tipo fuera un alcohólico consagrado, su lloriqueo tuviera fundamento. Reclama porque tiene esa maldita tendencia en reprimir a los demás.
  Fácil, lo llamamos al gordo para que ponga el resto, men.
Dudó por unos segundos y respondió poco convencido:
  ¿Y la pereza de entender al tipo? Te vas a la verga, no quiero ver a ese gordo mantecoso hoy— bebió un largo trago y devolvió la botella a la mesa. Se mantuvo ausente por unos segundos más y preguntó— ¿En qué estábamos?
  Los demos, flaco, los demos…
Levantó el dedo índice, miró hacia un lado como si se concentrara en un solo punto y dijo en voz alta:
  ¡Aaaah, yaaaaa! Indeed…
Después de esa afirmación debió de la botella hasta dejarla seca, reanudó la grabación y añadió:
   …esas cintas demostrativas de la música de  bandas under. Ufff, en ese tiempo los demos se fabricaban independientemente por el distribuidor. La banda mandaba un Master,  que era un cassette de alta fidelidad con los temas; y los cancioneros del demo, con su respectiva portada al distribuidor. El distribuidor se encargaba de armar el demo por encargo. Generalmente los distribuidores tenían las cintas en blanco listas, las compraban en la bahía. Algunos te vendían los demos en cintas cobaltadas. La mejor cinta cobaltaba que recuerdo, era la SR de Sony. La cinta era totalmente negra y olía rico. Había otras buenas cintas como la UX. Recuerda que en entre el 93 y el 98 era un lujo comprarse un CD. Ufff, todavía no existían descargas gratuitas en internet. Entonces si querías apañar grandes cantidades de música, tenías que grabarlas en cassettes.
Al escuchar eso recordé varias portadas de demos que alguna vez llegaron a mis manos. Especialmente la de Necrony, una ilustración en blanco y negro estilo carboncillo de un absceso craneal a través del cual se apreciaba en detalle el cerebro de un sujeto en estado de descomposición. Salté de la silla, en un arranque de entusiasmo y añadí:
  Seee, coleccionar música subterránea de tu género favorito en ese entonces era un vicio. Las portadas, las propuestas musicales, la diversidad, ¿me explico? Yo era fanático a muerte del Det Metal, escuchaba pura música mata gallinas. En ese tiempo Johnny era distribuidor de demos y un fanático a muerte del estilo. Y lo mejor de todo,  formó una banda estridente.
Aproveché que estaba de pie, y fui por un par más de heladas a la nevera, mientras la lente seguía encima de mí. Acerqué una a mi pana y después de darle vuelta a la tapa de la mía con un trapo oscurecido por el uso, volví a mi lugar y Toto continuó.
  Off course, tú  trajiste acá al Gordo después de un ensayo una de las veces que se fugaron del colegio.
Esta vez enfocó la botella de cerveza bañada en una cubierta de escarcha cuando continué con el relato:
  Ajá, justamente ese día Johnny Sins llevó un encargo recién llegadito de europa. Le compré unas cintas y nos pusimos a conversar de bandas. Toto, yo era un cojudo al lado de Johnny, ¿me explico?, lo máximo que había escuchado era Sepultura. Él tenía todos los discos, o-ri-gi-na-les de Díesaid. Se emocionaba hasta el punto de caer verga, cada vez que escuchaba el bajo prodigioso de Alex Guebster de Canibal Corps, y prefería encerrase en su cuarto a oír una maratón de Rotin Craist, sobre cualquier otra actividad nocturna con nosotros.
El flaco asintió con la cabeza, sonrió ligeramente, buscó en la refri dos bielas más, filmando todo el trayecto, una vez acomodadas las botellas dirigió el celular hacia mí y desde el mesón de la cocina comentó:
  Indeed, eran chéveres esas épocas, ufff, uno valoraba más la música que tenía en frente, así fuera mala, porque costaba tiempo y dinero importar los demos. Entonces escuchar uno de esos cassettes era casi una primicia.
   Entre una de las cintas que me vendió, estaba la de Necrony. Al principio yo tenía recelo de escuchar estas bandas, porque dudaba de la calidad de su sonido, ¿me explico? Pero el gordo tomó la cinta de Necrony y puso un tema memorable: Aqui-ut piencéfalus and cerebral decompostur.
  Ufff, era bien extremo ese Gordo, no dejo de pensar que esa era su pasión. Hay que admitir, con todo lo trastornado y mala vibra que era en esa época, tenía una sensibilidad única para reconocer los detalles precisos y los arreglos medulares de las bandas que escuchaba ese gay.
  Seee…fue soberbiamente canónico para clasificar sus gustos, no como los metaleritos de esta época, que asisten a un concierto porque les aparece la notificación del evento en sus muros de Feisbuc, ¿me explico? Eso fue entonces, ahora cuando le hablas de metal a Johnny Sins demuestra poco interés en el tema, dice que sí escucha una que otra banda esporádicamente, pero para el propósito de que una chica pague piso, prefiere la salsa, bachata y vallenatos.
  Es que tanto de lo mismo harta, muy hablado, llama al Gordo para hacer el reencuentro, además, se acabaron las cervezas.

Un bip sonó desde los altavoces del aparato y Tomás llevó su atención a la pantalla rectangular del celular.