Apartamento de Toto en los Pinos, a 2 horas del reencuentro.
— Así
que el Gordo está cambiado.
Dijo
Toto, después de terminar su segunda
cerveza, encendió otro cigarrillo, sacó 2 frías más del refrigerador y siguió
hablando.
— Pitufo,
recuerdas que cuando lo conocimos en el colegio, sospechábamos que Johnny tenía
un ligero retraso mental. Por su sintaxis y ortografía de un niño de 10 años,
ufff, además de que era lento para entender las cosas… anyway, a pesar de eso
tenía buen gusto musical. Él en ese tiempo era recontra fanático de la bomba
underground de principios y mediados de los 90. Hay un documental extensísimo
sobre la cultura metalera de esa época…
— Seee,
como de 2 horas.
— El
gordo te metió en el under, ¿no? Pero, cuenta toda shit… aguanta…
Tomás
dirigió la lente de su celular hacia mí y dijo:
—Esta
shit hay que grabarla.
— Déjate
de huevadas, Toto…no seas ridículo, men. Para eso no te da pereza, ¿no?
El
expresar sentido de vergüenza de mi parte fue un acto protocolario, en realidad
me atrajo la idea de grabar mis impresiones acerca de esa época. Tengo una
atracción definida hacia lo nostálgico.
— Gay,
para la colección, quiero ver este tipo de cosas después de unos años y
entretenerme con las diferencias. El gordo te metió en el under… dale:
Para
la colección se ha dicho, una luz roja junto al lente comenzó a parpadear.
— Seee,
en ese tiempo era pelado zeta, ni cigarrillo había probado, ¿me explico? Con el
afán de venderme un casete, en uno de los recreos, Johnny Sins me expuso que el
ondergraun era un movimiento independiente de metal extremo extendido en todo
el mundo. Un grupo de amigos armaban su banda de det, dum, grain o blac metal;
creaban sus propios temas, dos o tres; los grababan en un buen estudio; y los
editaban como demo. ¿Te acuerdas de los demos, Toto?
Mi
cerveza estaba a la mitad a diferencia de la de mi pana, que se veía recién
empezada. Soy muy impulsivo para beber y comer, lo hago como si estuviera en
una carrera contra el tiempo. A pesar de que las cervezas no salieron
enteramente de su bolsillo, Toto también comparaba el contenido de cada botella
con la mirada, movió su cabeza a los lados indicando desaprobación, la luz roja
no parpadeó más y respondió con fastidio:
— Gay,
ya mismo te acabas la cerveza.
— Yo
también puse, no sufras, peditos.
— Chúpala, pitufo… hay pocas, I dont have money. Ufff,
al ritmo que vas, te las terminarás tomando todas. ¿Vas a poner más?
Si
el tipo fuera un alcohólico consagrado, su lloriqueo tuviera fundamento.
Reclama porque tiene esa maldita tendencia en reprimir a los demás.
— Fácil,
lo llamamos al gordo para que ponga el resto, men.
Dudó
por unos segundos y respondió poco convencido:
— ¿Y
la pereza de entender al tipo? Te vas a la verga, no quiero ver a ese gordo
mantecoso hoy— bebió un largo trago y devolvió la botella a la mesa. Se mantuvo
ausente por unos segundos más y preguntó— ¿En qué estábamos?
— Los
demos, flaco, los demos…
Levantó
el dedo índice, miró hacia un lado como si se concentrara en un solo punto y
dijo en voz alta:
— ¡Aaaah,
yaaaaa! Indeed…
Después
de esa afirmación debió de la botella hasta dejarla seca, reanudó la grabación
y añadió:
— …esas cintas demostrativas de la música de bandas under. Ufff, en ese tiempo los demos se
fabricaban independientemente por el distribuidor. La banda mandaba un Master, que era un cassette de alta fidelidad con los
temas; y los cancioneros del demo, con su respectiva portada al distribuidor.
El distribuidor se encargaba de armar el demo por encargo. Generalmente los
distribuidores tenían las cintas en blanco listas, las compraban en la bahía.
Algunos te vendían los demos en cintas cobaltadas. La mejor cinta cobaltaba que
recuerdo, era la SR de Sony. La cinta era totalmente negra y olía rico. Había
otras buenas cintas como la UX. Recuerda que en entre el 93 y el 98 era un lujo
comprarse un CD. Ufff, todavía no existían descargas gratuitas en internet.
Entonces si querías apañar grandes cantidades de música, tenías que grabarlas
en cassettes.
Al
escuchar eso recordé varias portadas de demos que alguna vez llegaron a mis
manos. Especialmente la de Necrony, una ilustración en blanco y negro estilo
carboncillo de un absceso craneal a través del cual se apreciaba en detalle el
cerebro de un sujeto en estado de descomposición. Salté de la silla, en un
arranque de entusiasmo y añadí:
— Seee,
coleccionar música subterránea de tu género favorito en ese entonces era un
vicio. Las portadas, las propuestas musicales, la diversidad, ¿me explico? Yo
era fanático a muerte del Det Metal, escuchaba pura música mata gallinas. En
ese tiempo Johnny era distribuidor de demos y un fanático a muerte del estilo.
Y lo mejor de todo, formó una banda
estridente.
Aproveché
que estaba de pie, y fui por un par más de heladas a la nevera, mientras la
lente seguía encima de mí. Acerqué una a mi pana y después de darle vuelta a la
tapa de la mía con un trapo oscurecido por el uso, volví a mi lugar y Toto
continuó.
— Off
course, tú trajiste acá al Gordo después
de un ensayo una de las veces que se fugaron del colegio.
Esta
vez enfocó la botella de cerveza bañada en una cubierta de escarcha cuando
continué con el relato:
— Ajá,
justamente ese día Johnny Sins llevó un encargo recién llegadito de europa. Le
compré unas cintas y nos pusimos a conversar de bandas. Toto, yo era un cojudo
al lado de Johnny, ¿me explico?, lo máximo que había escuchado era Sepultura.
Él tenía todos los discos, o-ri-gi-na-les de Díesaid. Se emocionaba hasta el
punto de caer verga, cada vez que escuchaba el bajo prodigioso de Alex Guebster
de Canibal Corps, y prefería encerrase en su cuarto a oír una maratón de Rotin
Craist, sobre cualquier otra actividad nocturna con nosotros.
El
flaco asintió con la cabeza, sonrió ligeramente, buscó en la refri dos bielas
más, filmando todo el trayecto, una vez acomodadas las botellas dirigió el
celular hacia mí y desde el mesón de la cocina comentó:
— Indeed,
eran chéveres esas épocas, ufff, uno valoraba más la música que tenía en
frente, así fuera mala, porque costaba tiempo y dinero importar los demos.
Entonces escuchar uno de esos cassettes era casi una primicia.
— Entre una de las cintas que me vendió, estaba
la de Necrony. Al principio yo tenía recelo de escuchar estas bandas, porque
dudaba de la calidad de su sonido, ¿me explico? Pero el gordo tomó la cinta de
Necrony y puso un tema memorable: Aqui-ut piencéfalus and cerebral decompostur.
— Ufff,
era bien extremo ese Gordo, no dejo de pensar que esa era su pasión. Hay que
admitir, con todo lo trastornado y mala vibra que era en esa época, tenía una
sensibilidad única para reconocer los detalles precisos y los arreglos
medulares de las bandas que escuchaba ese gay.
— Seee…fue
soberbiamente canónico para clasificar sus gustos, no como los metaleritos de
esta época, que asisten a un concierto porque les aparece la notificación del
evento en sus muros de Feisbuc, ¿me explico? Eso fue entonces, ahora cuando le
hablas de metal a Johnny Sins demuestra poco interés en el tema, dice que sí
escucha una que otra banda esporádicamente, pero para el propósito de que una
chica pague piso, prefiere la salsa, bachata y vallenatos.
— Es
que tanto de lo mismo harta, muy hablado, llama al Gordo para hacer el reencuentro,
además, se acabaron las cervezas.
Un
bip sonó desde los altavoces del aparato y Tomás llevó su atención a la
pantalla rectangular del celular.