miércoles, 18 de marzo de 2015

REBELIÓN POSPUESTA: Los viejitos moderfoquer y la morena voluptuosa.



Los viejitos moderfoquer y la morena voluptuosa.
(Condominios familiares de los pinos, norte de Guayaquil)
Una vez fuera del bloque, nos dirigimos a la tienda/papelería/cerrajería de los viejitos: LA VOLUNTAD DE DIOS, cada vez que Toto menciona el nombre del local de los ancianos, añade que no le genera confianza la idea que ese nombre manifiesta. Típico chiste ateo. 
Un terreno baldío de 60 metros donde debería estar otro condominio familiar, pero que cumple la función de parqueadero es lo único que nos separa de la despensa. A pocos metros de nuestro destino se percibe el  penetrante amoniaco de la orina concentrada de 12 gatos, mascotas de los ancianos. Algunos dormían encima de los estantes que protegen los productos de consumo diario, otros eran bolas de pelos estáticas a los pies del anciano, proyectando ese aspecto de adornos que los gatos saben transmitir.
Don Enrique, sentado junto a una fotocopiadora revisaba en contraluz una hoja, asegurándose de que la reproducción esté clara, del otro lado de la reja que nos separaba del anciano, una muchacha alta y morena contaba los segundos con su pie derecho, mientras le rascaba la barbilla a una minina anaranjada y gorda que bajó de la cima del anaquel de fideos para saludarla. Después de escanear el cuerpo de la voluptuosa joven, mi pana y yo nos miramos y en un gesto aprobatorio convenimos que la muchacha estaba como para que pague piso. Acto seguido Toto, saludó al anciano.
  Hi.
Don Enrique enfocó inmediatamente su atención hacia donde nosotros estábamos. En una expresión de la más sincera cordialidad, como quien se encuentra con un amigo de años, el anciano respondió:
  Hi, buddy, How are you… Aquí tiene— dijo y acercó la página hacia la muchacha agraciada que esperaba quién sabe desde hace cuantos minutos su fotocopia, acto seguido, nos vio con una extrañeza total y dejó de medir el tiempo con su pie, la gata seguía ronroneado del gusto. Don Enrique continuo:
  How can I help u?
  I want 8 beers, a full pack of cigarettes and a big bag of snacks— Respondió Toto con acento forzado y preguntó por la perra de los ancianos— Wheres the dog?— El anciano se encogió de hombros, hechó abajo la sonrisa inicial y musitó:
  Negra, passed away last nigth— Al enterarse que la perra murió la noche anterior, con un tono sinceramente penoso Tomás respondió:
  That`s a shame…(que en realidad sonó como masachein)
Después de escuchar el lamento de Toto inmediatamente recordé que algunos sociópatas los enternecen los animales y los niños pequeños.
Para el anciano el sentimiento lastimero por el animal fue mutuo e inquirió con gran preocupación:
  Are you okey?
  Im fine, thanks, im here with my friend, u remember him?
  Sot of— El anciano me miró cómo quien tiene la respuesta a una pregunta en la punta de la lengua pero no está seguro de que sea la correcta. Entonces intervine.
  im Camilo, Don Enrique—
  ¿Camilo? No, I dont remember…— La chica nos brindó una mueca burlona disfrazada de sonrisa de la cual esbozó un “Bye” (pero hay grandes probabilidades de que para ella, bye se escribe bay) y desapareció de la escena con su copia en mano, la gata gorda maulló.
Realmente me sentí el rey de la pretensión tratando de hablar en inglés con el viejo, pero, aquí va la razón de tan ridícula circunstancia:
Los viejitos eran una pareja de ancianos que desde nuestros tiempos de colegio atendían una tienda propia en el bloque vecino al de Toto. Esos viejitos, o como los bautizó Toto, los Viejitos Moderfoquer, siempre nos han proveído de cigarrillos, comida chatarra y trago. Ahora, el señor, que es oriundo de Costa Rica y habla inglés, está un poco senil, y desde hace año y medio, según lo que me contó mi pana, el anciano empezó a no reconocerlo y esto alargaba la espera al momento de comprar algo en la tienda, especialmente cuando había tres o más personas a la vez. Ante esa situación Toto, empezó a hablarle en inglés para que lo reconozca de inmediato y lo atienda antes que al resto. Yo le hablé en inglés porque quería impresionar a la morena voluptuosa. Ante esa afirmación Toto arrugó el rostro y no le pareció (de nuevo dijo: I dont think so…) que “morena voluptuosa” era un buen apodo para la chica. Cuando subíamos, Tomás dio respuestas a todas mis inquietudes sobre ella. Reside en el tercer piso del bloque de los Viejitos Moderfoquer, tiene la costumbre de colgar sus interiores en las rejas de su ventana y comparte el piso con una joven adulta a la que fácilmente se la podría identificar como su hermana.
Regresamos al apartamento con las cervezas, frituras para picar y los infaltables cigarrillos. Mientras destapábamos las botellas y vaciábamos parte la funda gigante de papas rizadas en un plato con el atún, le conté que el Gordo Johnny, ya no era gordo, al contrario, ahora le dicen el Johnny Sins criollo, porque se parece al actor. (Sus compañeros fiesteros de la universidad, yo también le digo así porque concuerda con las 3 primeras letras de su apellido, cuando jode mucho le digo virolo, no lo es, pero suena más insultante que miope) Poco después de que se enemistó con Toto, hace como seis años atrás, continuó su dieta y nunca dejó de trotar en el redondel que divide varias etapas de los Pinos, incluida esta. Posteriormente regresó a estudiar Administración en la Estatal (Allí conoció a su ex esposa) e ingresó en terapia psicológica aprovechando los bajos costos del hospital universitario, donde fue atendido por practicantes de la Facultad de Psicología. Sin embargo, sólo asistió a 3 sesiones, en las cuales expuso temas de su vida que sé hasta el cansancio. Trabaja como distribuidor de implementos de oficina para la empresa de sus padres. Cuando salimos del colegio, con fondos familiares, puso una tienda musical en Plaza Mayor, pero, el negocio se vino a menos en un par de años. Actualmente está dedicado a las drogas y es un mujeriego de proporciones mediocres.
Mientras engullíamos las papas rizadas y las hacíamos pasar con la cerveza, le comenté que desde la primera vez que lo vi con una chola  riquísima, sentí envidia. Ese tipo de envidia en la que provoca matar al tipo, pegarle a la tipa y después violarla. A partir de esa vez no sé cuantas veces lo he matado por envidia. Johnny, es mi pana desde la adolescencia y lo aprecio mucho. Pero es la clase de persona que sin querer le restriega las propias frustraciones a uno en la cara. Todo el mundo tiene  a alguien así en su vida, estoy mortalmente convencido de eso.
Tomás, mostró interés por la vida actual de Johnny, y de una u otra forma se alegraba su éxito con las mujeres porque cuando estábamos en el colegio el Gordo no olía chepa ni de chiste, peor de broma. Para intensificar el sufrimiento del Gordo, el acné le destrozó la cara, especialmente la nariz, le nacían unos forúnculos de dimensiones mutantes y para colmo de males le tocaba ver como Toto se enganchaba justamente las muchachitas de las cuales él se enamoraba.
Después de servir la segunda tanda de cebadas, Toto mencionó las sanguijuelas de grasa.
Johnny vivía, en ese entonces, asqueado de sí mismo; un tema recurrente era sus rollos abdominales, se los frotaba en público y decía: “Oe, se me ocurrieron las sanguijuelas de grasa. ¿Jamas?, sanguijuelas que en vez de chupar sangre, chupen grasa. ¡Qué lipoescultura ni la verga!  El problema con las sanguijuelas de grasa es que a la mayoría de las personas les daría asco. Y sinceramente a mi también. Pero por eso no dejan de tener ser bacanes. Ponte pilas. Van a una farmacia y compran una sanguijuela de grasa. El empleado va y saca una del contenedor donde están las otras, la pone en una cajita transparente y se las entrega. Así de fácil. Como comprar un hámster. Ahora tienen una mascota que los hace lucir bien, literalmente”
Y en verdad me parecía una idea un tanto irreal pero tenía su mérito de creatividad. Sin embargo, el Gordo en vez de quedar como genio imaginativo daba la impresión de estar muy perturbado. Tomás y yo permanentemente le recalcábamos que no hable de eso con las chicas, porque las asustaba, pero Johnny se ensimismaba en su porquería. Bueno, hasta el incidente de la fiesta de navidad, cuando Johnny y Toto se enemistaron, y a partir de eso el Gordo Johnny cambió. No inmediatamente, pero esa fue la antesala de su actual estilo de vida. Johnny ahora vive literalmente en una película porno de bajo presupuesto.
Sins tenía la costumbre de ridiculizarnos delante de gente desconocida. Aún le gusta sacar a luz pública los asuntos privados de la gente que conoce. Ahora lo hace a espaldas de uno.
Tomás tuvo una novia, ella se preñó y meses después abortó el feto, a petición de Toto. La cosa fue, que en la fiesta navideña, además de los padres del flaco, había dos peladas, compañeras de la universidad de Johnny, a las que él les tenía hambre. Pero como el gordo no sabía moverse, se hizo el loco y las chicas terminaron bailando y por ende bacilando con Toto y yo. 
Entonces Johnny  comenzó  a decirnos que éramos unos serrucha piso, según él en broma; cuando todos sabemos que ese tipo de bromas son una forma indirecta de decir lo que realmente uno siente. Poquito a poco, el gordo mandaba las indirectas, primero la gente se reía; después de la quinta broma ya nadie se rió. Entonces Tomás (supongo que cabreado de tanta huevada) le dijo la plena: que porqué se quejaba tanto, si bien él también pudo vacilar tranquilamente; y allí fue cuando todo se vino abajo. El gordo le dijo a Toto: “Yaf, para qué voy a vacilar con una de esas peladas; para después embarazarla y terminar siendo un asesino como tú”
Los padres de Toto hasta ese momento no sabían del aborto, Tomás de ahí en adelante simplemente lo hizo a un lado. Dejó de reunirse con él, atenderle llamadas o recibirlo en el depar.
Hasta el día de hoy.









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