— ¡What
that fuck! Hasta que caíste a mi casa maldito infeliz, Little Camilo, ven acá
pitufo del demonio— Toto bota el humo en una bocanada masiva hacia mi rostro y
enreda superficialmente sus flacos brazos alrededor de mi torso cuidando
siempre que la punta del cigarrillo no tope a ninguno de los dos, suspende su
saludo y pregunta:
— Gay,
a los años, estuve leyendo tu novela, hay partes que me gustan, otras sinceramente se van a
la verga… Deja el bolso ahí en la silla, cuélgalo en el espaldar.
— Gracias,
men… deja sentarme un rato.
— ¿Qué te pareció Humo y Soledad?
— No
sé por qué el lector debe conocer cada fútil acción que realizas, ¿me explico?
Y no te hagas el ofendido, porque como dices tú: Hay que criticar con saña…
— Pitufo,
es para enfatizar el aburrimiento que expresa el narrador.
— Entonces,
manifiéstalo con la voz del narrador para que quede claro al lector, algo así
como… Últimamente estoy tan aburrido de lo mismo, que de un tiempo acá enfatizo
cada cosa que hago como si fuera importante, ¿me explico?
— Dont
think so, ¿y la pereza?
No
lo creo, dice con desdén. Así reacciona cuando sabe que una idea es buena,
nunca lo admite, pero pasado el tiempo usa la misma idea y se la atribuye a
cualquiera, menos a la fuente original. Algunas veces, cuando ya nadie se
acuerda de la idea original, la comenta como propia y se hace el desentendido
cuando se le demuestra lo contrario. ¿Y la pereza? Cierra su respuesta, estoy
mortalmente seguro de que Tomás piensa que ninguna actividad vale la pena a
menos que le pueda brindar grandes riquezas inmediatamente. Típicas
convicciones de sobrevaloración aniñadas.
— ¿Y
los otros dos cuentos?— Demanda y lanza otra bocanada espesa hacia el techo.
— No
los he chequeado aún.
— Vente
mañana en la noche, y te los muestro. Hay uno que no me convence todavía.
— Nunca
nos termina por convencer nada de lo que escribimos.
— Indeed…
Toto
bosteza de manera extensa y pregunta por la hora.
— ¿8 de la mañana? La tienda de los
viejitos motherfucker debe estar abierta. Da pereza bajar, pero muy hablado,
hay que comprar unas bielas, deja me pongo la bibidí y vamos. ¿Sabías que el
promedio de longevidad se ha incrementado en los últimos 50 años? Esos viejitos
se ven igual desde ufff… Para mí que son los padres de Alfonso Espinoza de los
Monteros. Viejitos motherfocker…
— Hablas
huevadas… desayunemos primero.
— Compramos
unas papas rizadas y las acompañamos con unas latitas de atún que tengo ahí. Pero,
eso sí, te pones los pollos grasosos más tarde. ¿Sabías que el atún es el pollo
del mar?
— Seee,
eso lo dijo una concursante a Mis algo ¿no?
— No
recuerdo, anyway, cuando uno vive solo toca comer atún. La realidad del soltero
independiente se resume en una lata de atún, pitufo. Además, papitas rizadas
con atún es la comida más conveniente sobre la faz de la tierra, cuando da
pereza cocinar.
Toto,
como la mascota de Dorothy Gale en el Mago de Oz. Toto, como la legendaria
banda de Rock. ¿Podría haber un sobrenombre más burgués? Tomás Tobías Velásquez
Orellana, de nombre completo es uno de los pocos amigos que no se han
convertido en conocidos después de tanto tiempo
gracias a que todavía compartimos algunas cosas en común: ambos gustamos
del metal pesado desde que nos conocimos y nos creemos semi-intelectuales, leemos
novelas de humor negro y tratamos de escribir alguna porquería que otra; que al
final de cuentas nos termine de gustar, teniendo claro que jamás será
publicada, pero que al fin y al cabo nos dé el pretexto para seguir en
contacto, por lo menos a través de medios virtuales. A eso llamo verdadera
amistad.
— A
todo esto, ¿hace cuánto que no nos hemos visto?
Mi pana
se cubre con una prenda amarillenta que encuentra colgada en el espaldar de la
silla más cercana y le respondo:
— Dos
años, dos años y medio, algo así.
— Little
Camilo, puto gato de monte, nunca se te ve, nunca se te encuentra, has estado
calzoneado ya cuánto tiempo, tres años creo, con la aniñadita comunista de Joselin.
Ufff, tres años. ¿Cuándo te casas?
Enarbolo
las cejas, ladeo la boca y respondo:
— ¿Y
TÚ? ¿No que conviviste con la tetona de arriba hasta que se fue porque le
apareció un mejor lugar para vivir?
— Marilú—
responde, con un rostro de satisfacción plena— Que se haya ido fue lo mejor, for
the best, era bacán la tetona… Y bueno ¿cuándo te casas?
— Desde
hoy, con Joselin es muy poco probable que eso suceda, ¿me explico? Acabo de
dejarla, por cierto, ¿me puedo quedar aquí unos días?
— Ufff,
te dije: Cuando convivas con…
— …Una
mujer sabrás lo que es culear sin ganas. Sí, ya, ¿quieres un premio, Peditos? Como
dirían los prontuariados que suben en los buses a amedrentar gente: Apoya al
caído flacosh…
— Chúpala,
pitufo… ¿Cuántos días?
— Indefinido,
flacosh…
— Say
no more, ya me imagino. Haz lo que yo, cuando se fue Marilú me dije: “muy
hablado”; y aproveché y me tiré 10 mujeres para no ser presa del queso. No hay
cosa que perturbe más a un hombre recientemente separado que levantarse horny sin
una mujer al lado. Ufff, la vida es muy corta para perder el tiempo con cursis
pajas mentales dedicadas a un ex. Hay estudios que demuestran que la poca
actividad sexual disminuye considerablemente la tolerancia a la frustración… By
the way ¿Y tus cosas?
— Aquí
cargo lo suficiente para 3 días, después iré a ver el resto.
Toto
es de la idea que los líos románticos y amorosos son de muy poca importancia al
lado de cosas como: conservar un trabajo y tener para comer. En especial en
este país donde literalmente se sobrevive con los salarios que uno recibe. El se
cree inmune a las crisis emocionales porque vive solo desde los 18, mientras
cursábamos el quinto filosófico sociales en el Cristofer Colombus. Colegio
particular, que era una terminal de adolescentes rechazados de otras
instituciones educativas por sus trastornos de conducta y aprendizaje. Hubiera
preferido emanciparse mucho antes, cuando vivía en la casa de sus progenitores,
ubicada en los Ceibos. El problema era que sus padres no se marchaban de la
propiedad (dice él). Ama la soledad y está seguro de que ese factor le da
ventaja sobre quienes no se han independizado. Yo también me jactaría de lo
mismo si viviera cómodamente del negocio de mis padres a los 32 años.
— Pitufo,
ahí hay un cuarto extra, después hablamos de los gastos. Gay, seremos roommates, como en The Big Bang Theory. Sólo
que a la criolla… y que ninguno es un genio de la física… y no tendríamos un
vecina tan rica como Penny.
— Si
te pagaran por hablar huevadas, men… mueve que me cago del hambre.
El
dolor de la acidez que me producían los jugos gástricos me llevó a enfocar mi
atención al espacio circundante. En el centro de la pequeña sala, una mesa de
vidrio con 4 sillas y base de madera revestidas con pana morada. Del lado de la
pared del cuarto, dos torres de metro y medio llenas de cidis originales; la
mayoría de metal, adquiridos desde hace un par de lustros o más. En medio de
las torres una mesita de vidrio de 60 centímetros de altura en la que reposaba
un bolso abierto, que contenía barajas de cartas coleccionables protegidas por
cajas plásticas decoradas con la temática apropiada de cada deck.
Más
allá de la torre izquierda descansaba un escritorio de guayacán en el que se
extendían secciones llenas de libros hasta el tope. Apoyadas en los lomos de
los textos se apreciaban varias figuras de acción originales: Darth Vader,
Spawn, un toro guerrero del MUNDO DE LA GERRA[1]
y las 4 tortugas ninjas de la tirada de 1991. En otro estante una fila de cajas
de ediciones japonesas de Yugi-oh se destacaba por su similitud a una hilera
trofeos deportivos, propia de alguien que está orgulloso de sus logros. Tomás
adquirió el hábito de coleccionar y jugar cartas en su infancia, cuando viajaba
con su madre a casa de sus tíos en Orlando.
Del
lado de la pared que daba hacia el pasillo, junto a un sillón de madera, con
dificultad se sostenía la base de cartón de una angosta caja con transparencia
plástica, en cuyo interior dormía un sable de luz Yedi.
De 2
años para acá ni siquiera el color del ambiente cambió, a excepción algunas
manchas corporales en el empastado crema pastel de las paredes. El recibidor
estaba dividido por un amplio mesón de mármol que era antesala de la cocina. En
ella una refri blanca de metro setenta, frente a esta una cocina de 4
quemadores a gas y horno. Al lado se lavaban los platos. El baño dividía la
habitación vacía (que me ofrecía Toto) y la cocina. No era un lugar que se
notara sucio, sin embargo la capa de polvo que cubría la mayoría de cosas
delataba el descuido y pereza de su propietario.
— Yo
también me como los dedos, aguanta, deja apagar esta shit.
Como
quien prueba la efectividad de un bolígrafo, Toto restriega la colilla sobre la
superficie de un cenicero que halla en la mesa.
— No
soporto cuando el filtro del cigarrillo se empieza a quemar, me causa arcadas,
ahí sí… a la verga el tabaco, fucking vicio—Justifica.
— Seee,
Peditos.
— Chúpala,
pitufo. ¿Y el job?
— Me
botaron.
Tomás
echa atrás su cabeza, una carcajada siniestra retumba en el pequeño depar. Noto
la prótesis marrón de su incisivo superior. Posa su cuerpo en una de las sillas
y solicita más información:
— Cuenta,
cuenta.
— Después,
men. Las tripas se me pegan al espinazo.
Va a
la refri y saca dos guineos, me lanza uno. Vuelve al recibidor a sentarse,
reclina su cuerpo hacia delante y con una mirada llena de expectativa pregunta:
— ¿So?
— Tenía
una supervisora acomplejada, que subía su valía como persona en el hecho de
putear y minimizar a la gente que tenía a cargo. Estoy mortalmente seguro de
eso.
— Como
en todos los ambientes laborales ecuatorianos, gay.
— Hace
2 semanas, un lunes, llegué media hora tarde, y sí, fui irresponsable. Y bueno,
tu sabes que el duro putea a los de segundo mando, y estos deben putear a los
peones, o sea yo. La supervisora convoca una reunión en el salón de actos de la
empresa y empieza: “Tú llegaste una hora y media tarde, bla, bla, bla. Hasta
ahí todo bien, pero cuando se puso ofensiva… no sé qué cara habré puesto, men.
Le dije que sólo fue media hora, y que yo no tenía ningún contrato en el que
diga a qué hora debo entrar o salir. Ella me dijo: “ya te daré tu contrato”
Seguido de algunos insultos que estaban de más. El fin de mes pasado, después
de cobrar mi plata, me despidió. Los libros de historia para niños de 8vo, 9no
y 10mo que estaba redactando fueron asignados a una compañera que de por sí ya
tenía 3 libros que entregar a fin de mes.
— Mejor,
pitufo, era un shitty job a la final. Bueno, vamos a comprar esas shits.
Acerca
a su cara una camiseta con manchas secas de mocos y suena su nariz, lanza la
prenda a los cojines del sillón de madera, pero golpea la estrecha caja que cae
al primer intento. Mientras la yergue y todavía con algo de secreción en los
bordes de sus fosas nasales me pregunta: “¿Y el gordo Johnny, qué es de la vida
de ese gordo mala vibra?” Acomoda la
pieza de ropa en uno de los brazos de la silla, acto seguido abre la puerta
pero no sale todavía. Busca sus llaves en un plato a un lado del mesón, en la
cocina del pequeño apartamento. El plato tiene todo tipo de cachivaches sin
valor, la mayoría metálicos, algunos están bañados en óxido. Lo espero en el
umbral de la entrada y a lo que bajamos los escalones posa su mano en mi hombro
y comenta:
— No
te marees por shits, verás que te recuperas pronto, estar sin trabajo y sin mujer
no es fin del mundo. Todavía tienes tu novela, gay. Cuando regresemos de
comprar me cuentas sobre el Gordo.
Se
detiene por un instante y con tono de admiración dice:
— ¡Te
botaron del trabajo y decidiste mandar todo a la verga! No me sorprende que las
cosas terminaran así con Joselin, ufff, la convivencia es jodida, bien jodida.
Te lo dice alguien que ya pasó por eso y que viene de padres divorciados, ufff,
mis viejos se hacían la vida imposible.
Si
lo dice para justificarse, hay hijos de parejas divorciadas que llevan vidas
mucho más exitosas y estoy mortalmente convencido de que su necesidad de
autonomía a expensas de relaciones duraderas surge porque espera mucho de los
demás, reflexiono, mientras los pisos se reducen a medida que
bajamos al portón.
[1] MUNDO DE LA GUERRA es el nombre que WoW (World
of Warcaft) toma en esta novela. WoW es un MORPG (Massive Online Role Playing
Game; en español, juego de rol masivo en línea) el juego se basa en la creación
de un personaje, que se convierte en el Avatar del jugador, en un inmenso mundo
virtual parecido al creado por Tolkien en el Señor de los Anillos.
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